domingo, 3 de marzo de 2013

EL PAÑUELO

Hacía mucho tiempo que soñaba en blanco y negro. Aquel día vagaba perdido y desorientado por el centro de la ciudad mientras sus pensamientos se inundaban de matices entre el blanco y el negro: edificios, automóviles, árboles, personas...incluso la luz resplandeciente del sol.
Intentó recordar algo que le liberará de aquel inquietante sueño, algo que le devolviera a la vida en colores. Buscó entre los recuerdos de su infancia convencido de que allí hallaría algo diferente, pero no consiguió nada. Todo era en blanco y negro. Había perdido sus coloridos recuerdos y con ellos una parte de su vida. Delante de sus párpados cerrados pasaron los años rápidamente -así sucede en los sueños, en las situaciones de angustia y ante cualquier peligro. El tiempo se expande y se detiene a la vez- y solo en un par de ocasiones tuvo la fortuna de atisbar un fugaz resplandor irisado. La angustia le invadía al sospechar que nunca volvería a deleitarse con idílicos paisajes, atardeceres, flores de mil colores o aquellos días de otoño pintados de bellos tonos dorados. Es verdad que los grises pueden ser seductores, incluso un espectáculo, sin embargo no emocionan, son monocromáticos, monótonos y, comparados con el color... no son nada. Solo hay que pensar en la infinita variedad de tonalidades de cada color básico.
Estaba tan ensimismado que, a la vuelta de una esquina, tropezó con un niño de unos doce años. Llevaba pantalones y camiseta blancos. Le pidió perdón por el atropello y haberle manchado al hacerle caer al suelo.

-¿De que color es tu ropa? -le preguntó-
-Blanca...¿Es que no lo ve?
-Si amigo...lo veo todo en blanco y negro.
-Soy un niño negro, es normal que me vea así.
-Mi vida es toda gris...perdona.
-Quizás no mire usted bien...

Continúo su camino hasta llegar a su coche. Gracias a la posición de las luces podía distinguir el estado de los semáforos. Encerrado en sus pensamientos, miraba a derecha e izquierda buscando cualquier detalle de color. De repente, en la acera de su derecha, observó a una mujer de aspecto frágil, parecía melancólica y caminaba con pasos cortos, aunque aparentaba firmeza y decisión en su mirada. La adelantó y paro el coche. Se bajó y la observó caminando hacía donde él se encontraba. Parecía tener los ojos claros aunque le era imposible determinar su tono. Entonces ocurrió algo extraordinario. Cuando estaba a muy pocos pasos se pintaron de color sus ojos y, a continuación, el pañuelo que llevaba anudado al cuello. La abordó.
-Disculpa, ¿Puedo preguntarte algo?
-Claro. Dígame...
-¿De que color es la ropa que llevas?
-Vaya pregunta, es que no lo ve usted...negra.
-¿El pañuelo también...?
-Bueno... no me creerá, el pañuelo cambia de color dependiendo de quien lo mire...es un regalo de    mi abuela. Cuando yo era pequeña, un día, revolviendo en un cajón, cogí este pañuelo para jugar. Ella se enfadó muchísimo. Me dijo que era su pañuelo mágico. Que había pintado su vida de mil colores hasta hacerla inmensamente feliz. Pocos días antes de morir me lo regaló. 
-¿Puedo verlo...tocarlo?
-Claro que si.

Cuando tuvo el pañuelo entre sus manos, todo volvió a se de maravillosos colores. Incluso su cara se iluminó y su carácter agrio y taciturno se volvió jovial por momentos.

-Tu abuela tenía razón, es un pañuelo increíble. ¿No te dijo como lo consiguió?
-Me contó una extraña historia: 
Un día tedioso, rutinario, cuando ya tenía cierta edad, absorta en sus pensamientos sobre el deseo y el cariño que tanto añoraba de sus días de felicidad, se encontraba en la terraza tomando el sol del atardecer. Debió quedarse dormida y cuando despertó estaba cubierta por el pañuelo. Tuvo un sueño maravilloso inundado de amor y pasión con un caballero. Lo más increíble es, según me contó, que aquel hombre le regaló este pañuelo en su sueño. 
Se pasaba muchas tardes con el pañuelo alrededor de su cuello. Parece ser, que cada día, le transportaba de nuevo junto a su onírico amante. Yo, la verdad, hasta encontrarme con usted no he notado nada raro.

Fue como una revelación divina. Una explosión de fuegos artificiales. Como la adrenalina del primer beso. Igual que si tuviera de nuevo 15 años.

-Gracias, muchas gracias. Guárdalo muchos años. Sin duda es un pañuelo mágico.

Habían pasado muchos años. Seguramente le quedaban pocos de vida, pero, ahora, después de saber que nunca le olvidó, no pasarían como un sueño en blanco y negro.

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